Lo que piensa un general noruego de división sobre Rusia
Hay mucho por lo que criticar a Rusia. Pero distorsionamos la realidad cuando presentamos a Rusia como el gran villano, mientras que Estados Unidos y Occidente son impecables defensores de la democracia. Rusia puede experimentar la humillación nacional como real.
Robert Mood (1958), es un General de División noruego, retirado, especialista en misiones internacionales. Entre otros cargos, fue jefe de la misión de verificación de la ONU en Siria (UNSMIS), Inspector General de las Fuerzas Armadas noruegas y jefe de la misión para la supervisión del cese de fuego en Oriente Medio. Antes de pensionarse fue presidente de la Cruz Roja de Noruega entre 2017 y 2020. Este artículo fue publicado originalmente en el diario Aftenposten, el 9 de enero de 2022. Por considerarlo de gran actualidad y por su aporte al debate sobre la invasión rusa de Ucrania, EL COMEJÉN ha decidido publicar una traducción al castellano, con el permiso del autor.
¿ES INEVITABLE UNA NUEVA GRAN GUERRA?
En 1918 terminó la Primera Guerra Mundial. La nueva tecnología, como aviones y tanques, no dio victorias decisivas en el campo de batalla. Fue una prueba de aguante estático con enormes pérdidas. La guerra con la que tropezaron los políticos en 1914 y que pensaron terminaría rápidamente, pareció de nunca acabar. Sin embargo, fue la conclusión de la paz en 1919 lo que sentó las bases principales para la subsiguiente guerra mundial (1939-45).
La humillación nacional
En Versalles, Francia y Gran Bretaña aprovecharon para descargar todas las culpas sobre la derrotada Alemania. El país se vio obligado a pagar importantes reparaciones de guerra. También tuvo que ceder parte de su territorio y acatar restricciones a sus fuerzas militares.
La humillación nacional fue una razón importante para la victoria electoral del nacionalsocialismo en 1933. Adolf Hitler fue soldado durante la Primera Guerra Mundial. Él mismo sintió la humillación y fue motivado por ella. Después de la Segunda Guerra Mundial en 1945, le correspondió a los vencedores dictar nuevamente los términos de la paz. Se les permitió definir las causas y lo que constituían crímenes de guerra. A pesar de la aplastante derrota, o quizás precisamente por ella, los perdedores fueron tratados con respeto. Rápidamente fueron acogidos por la comunidad de los buenos.
Los estados victoriosos establecieron una serie de instituciones que debían administrar las reglas supranacionales de conducta para asegurar la estabilidad financiera. Estas medidas pondrían orden a la economía y garantizarían que el mundo «nunca más» experimentara catástrofes similares.
La ocupación de Alemania terminó en 1955. El país se convirtió en miembro de la OTAN, mientras que Japón obtuvo su soberanía en 1952 y la membresía de la ONU en 1956. Las nuevas instituciones y la inclusión de los antiguos enemigos crearon estabilidad.
Sentimientos personales
Entonces, ¿qué ha sucedido desde el final de la Guerra Fría en 1991? Algunos afirman que ganó Estados Unidos. Otros creen que la Unión Soviética solo se derrumbó porque el modelo socioeconómico no funcionó.
El mito dice que el ex presidente estadounidense Ronald Reagan derrotó al imperio del mal con dinero y poder, pero que fue ante todo la relación personal y el diálogo de Reagan con el presidente soviético Mikhail Gorbachev lo que abrió el camino para cambios importantes y el fin de la Guerra Fría. 30 años después, Rusia no ha sido acogida por la comunidad de los buenos.
No sorprende entonces que la expansión de la OTAN hacia el este sea vista como provocadora y humillante. Como soldado, durante la Primera Guerra Mundial, Adolf Hitler experimentó humillaciones personales. El presidente ruso, Vladimir Putin, experimentó algo similar. Fue oficial de la KGB en Dresden en 1989, durante la caída del comunismo. A menudo se cita a Putin diciendo: «El colapso de la Unión Soviética fue el mayor desastre del siglo XX».
No debemos subestimar el alto grado de influencia que las experiencias y emociones personales puede tener sobre los líderes nacionales.
El egoísmo vengativo de Occidente y su ventajismo
Pocas instituciones nuevas se establecieron tras el final de la Guerra Fría. La Conferencia para la Seguridad y Cooperación en Europa (CSCE), más tarde la Organización para la Cooperación y Seguridad en Europa (OSCE) fue la única excepción. No logró resolver los conflictos políticos por medios pacíficos. Tampoco se reformaron las instituciones ya existentes.
Los últimos 30 años no han estado marcados por el respeto mutuo y la inclusión. Se han caracterizado por el ventajismo occidental, la arrogancia estadounidense y el egoísmo vengativo tras los ataques terroristas del 11 de septiembre de 2001.
¿Qué pasó con el diálogo? El Consejo OTAN-Rusia no parece ser un foro atractivo para el diálogo y la toma de decisiones conjunta. Eso a pesar de su ambicioso propósito. La OTAN toma las decisiones y en las siguientes reuniones del Consejo, los países critican casi ritualmente a Rusia y luego intentan convencerles de que las decisiones de la OTAN son buenas y deben ser aceptadas. Lo cual por supuesto es recibido por los rusos como una penitencia humillante, más que diálogo y comunidad.
La expresión cultural de Occidente
A parte de las humillaciones nacionales, manoseos institucionales y juicios simulados, el asalto al Congreso de los Estados Unidos el 6 de enero de 2021 demostró que la democracia líder en el mundo, en posesión del que es definitivamente el mayor poder militar, puede colapsar y convertirse en un país peligroso.
Yo tampoco recuerdo haber visto una sola película o serie de televisión donde los rusos sean los buenos y los occidentales los malos. La expresión cultural de Occidente promueve a los Estados Unidos y a los europeos occidentales como los buenos. Cultiva la imagen de Rusia y los rusos como villanos malvados.
Hay mucho por lo que criticar a Rusia. Pero distorsionamos la realidad cuando presentamos a Rusia como el gran villano, mientras que Estados Unidos y Occidente son impecables defensores de la democracia. Rusia puede experimentar la humillación nacional como real. Es posible entenderlo. Mientras que el secretario general de la OTAN, Jens Stoltenberg, debe insistir en el derecho de los estados a elegir su propia membresía en la alianza, los halcones aplauden y recomiendan sanciones. Un nudo gordiano.
Salir del pensamiento tradicional
Debemos preguntarnos: ¿es posible ver un camino más allá de las líneas rojas rusas que también salvaguarden la autodeterminación de los Estados? Nosotros ponemos las experiencias del siglo pasado como base. El respeto mutuo, la diplomacia personal y la inclusión fueron la receta. Por lo tanto debemos romper con el pensamiento tradicional y retar tanto a los halcones como a las palomas.
Por ejemplo, ¿es posible contemplar la creación de nuevas instituciones o hacer reformas estructurales a las existentes? ¿Es posible imaginar una OTAN más defensiva y abierta a todos, incluida Rusia? ¿Y también donde los miembros renuncian a las bases y armas nucleares fuera de su propio territorio?
Sin nuevas formas de pensar, lo más probable es que nos dirijamos hacia el conflicto y la guerra, tanto a corto como a largo plazo.
Avances tecnológicos
Hoy y mañana se trata de la desescalada en Europa del Este. A un plazo un poco más largo, podremos ocuparnos de cambios importantes y desafíos de seguridad más complejos que los que nos llevaron a la Primera Guerra Mundial después de la Revolución Industrial.
Los tiempos de avance global, de avances tecnológicos, de trastornos económicos y sociales y las pandemias estuvieron allí hace 100 años, como lo están hoy. La diferencia es que los cambios llegan más rápido, con sistemas de armas autónomos e inteligencia artificial en el asiento del conductor. El servicio de inteligencia británico MI6 ha señalado recientemente que el mundo experimentará avances tecnológicos, antes de 2030, que tendrán mayores consecuencias que la revolución industrial.
Estabilidad y paz duradera
Es obvio advertir contra el pensamiento tradicional, que de nuevo puede hacernos tambalear y caer en la guerra como en 1914. El resultado final en Afganistán es un recordatorio más de que la arrogancia y la indignación farisaica hacen que sea fácil iniciar guerras y decidir intervenciones, pero hace aún más difícil acabar con ellas para asegurar estabilidad y paz duradera.
También en este contexto, es oportuno recordar la reflexión de Su Majestad el Rey de Noruega en el discurso de Año Nuevo del 2021: “Dejémonos acariciar, influenciar nuestra manera de pensar y actuar. Es crucial que nos tomemos el tiempo y el esfuerzo de escuchar las experiencias de otras personas, con deseos de comprender. Tanto en nuestras relaciones cercanas como en las grandes comunidades”.
Crõnica publicada en el periodico Aftenposten, el 9 de enero de 2022.
Traducido por Diego Marín.
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