Se cumple un año del trágico ataque de odio contra el Orgullo de Oslo (Oslo Pride)
Esta noticia de Yanina López fué publicado en el sitio de Radio Latin-Amerika el 26 de junio del año pasado. La madrugada del 24 al 25 de junio de este 2022, día en que culminaría la semana del Orgullo en Oslo con el ya tradicional “Pride Parade”, un hombre de 42 años, en posesión de dos armas de fuego, atacó dos bares en el centro de la capital noruega. Dos personas resultaron asesinadas en el ataque al bar Per på hjørnet y otras 21 heridas; 10 de ellas de gravedad, en el ataque a al bar London, conocido como lugar de encuentro y recreación de la comunidad LGTBI.
La policía que, a pocos minutos de los trágicos hechos, logró arrestar al individuo al que se le imputan ahora los cargos de homicidio, homicidio frustrado y acto de terrorismo, aconsejó a los organizadores la suspensión del desfile del Orgullo, por lo que los organizadores y las autoridades políticas de la ciudad pidieron a la gente se quedara en sus casas, en grupos pequeños para atravesar el duelo, la pena y el temor, acompañándose.
La respuesta fue otra: miles de personas se tomaron las calles de Oslo dando así lugar a unos de los actos en defensa de los derechos humanos de la comunidad LGTBI más importantes en la historia de la comunidad y del país en las últimas décadas.No salir a las calles era equivalente a una victoria del odio y el miedo por sobre el amor y el derecho de la gente a ser como quiere ser, a amar a quien quiera amar. No salir a la calle a manifestarse era una señal equívoca, una señal de que aterrorizando a la gente se consigue que esta se recluya en sus casas, se invisibilice y deje de luchar.
Así lo señala uno de los participantes en la manifestación al medio de prensa NRK Nyheter.
- Entonces le das una victoria al perpetrador de los crímenes y una señal de que, si asustas lo suficiente, la gente dejará de expresarse.
Los trágicos hechos en el preámbulo de lo que debía ser una gran fiesta de la diversidad sexual y de género recordaron a una gran parte de la población el ataque terrorista perpetrado por Breivik el 22 de julio de 2011. Los habitantes de Oslo en particular y del país en general han sido sacudidos nuevamente por un acto de terror.
Esta vez, el autor de los hechos de terror es Zaniar Matapour, de 42 años, ciudadano de nacionalidad noruega, de origen kurdo-iraní, que inmigró a Noruega a los 12 años junto a sus padres. Matapour ha sido anteriormente condenado por delitos de drogas y posesión de armas blancas. Por lo tanto, ya era conocido por la PST (Unidad de Servicios Especiales de la Policía). Su prontuario se remonta a 1999. A partir de entonces ha incurrido en delitos de distinta gravedad: desde portación de drogas a intento de homicidio (2019). Luego, la familia ha puesto acento en los problemas psíquicos de Matapour. La madre atestiguó en un juicio el año 2016 que a su hijo se le había diagnosticado esquizofrenia paranoide; cuestión que influyó en la resolución del caso del que se le acusaba en aquella oportunidad (véase artículo en Avisa Oslo publicado el 25 de junio de 2022).
Lucha, reflexión y debate: la gran tarea por delante
Muchas son las preguntas que se deben alzar en estos momentos: ¿Cómo maneja el servicio de salud y la policía el vínculo entre salud mental y criminalidad? ¿Cuáles son los vínculos entre los crímenes de odio basados en la etnia, el género y la sexualidad, y las estructuras patriarcales? ¿Hay un vínculo entre ciertos tipos de psicopatología y el mandato patriarcal de masculinidad? ¿En qué medida la institucionalidad se hace realmente cargo de las transformaciones necesarias para que la diversidad no se reduzca a un slogan (adoptado comercialmente, además), sino que permee las estructuras sociales de modo que estas posibiliten una convivencia real y efectivamente en pro de la diversidad?
¿Qué enseñanza nos deja con respecto a nuestra comprensión de la democracia, la libertad de expresión y de la desobediencia civil, la repuesta de la comunidad LGTBI al tomarse masivamente las calles de Oslo?
Tanto movimientos feministas, como comunidades indígenas y afro, y comunidades LGTBI, entre otras, han venido desarrollando en varias partes del mundo y a partir de sus experiencias históricas, perspectivas que son de gran aporte al debate y a la reflexión en torno a la construcción de sociedades donde se comprenda la diversidad humana como un derecho y como un bien de riqueza colectiva. Sin embargo, da la impresión de que las perspectivas, las formas de organización y manifestaciones de estos movimientos, continúan entendiéndose como un derecho que hay que “otorgarle” a ese otro/a/e a existir, pero sin que toque la médula de las formas de la cultura hegemónica. En principio, hablar de “otorgarles” implica que hay una entidad, una forma de ser hegemónica que tiene el poder de determinar el lugar de ese otro/a/e en un mundo donde la heteronormatividad es fundamento naturalizado. La pregunta es entonces si la idea es darle cabida a ese otro /a/e, o es avanzar hacia una forma de vida donde concibamos la diversidad como la regla y no como la excepción.
Es en este sentido, que la reacción masiva de la comunidad LGTBI durante la tarde de ayer y ante los horrorosos hechos, dio esperanza, probablemente a mucha gente, no solo acerca de su derecho a ser orgullosamente diferente, sino además a sentirse respetado y querido a causa de su diferencia y no pese a ella. La manifestación espontáneamente organizada ayer fue la acción de una comunidad capaz de actuar y poner en el centro sus justas demandas bajo sus propias premisas, por sobre una intención protectora cuyo costo era la invisibilidad, la reducción y el triunfo del miedo injerido a través de la fuerza destructiva.
Se ha producido así una tensión interesante, una experiencia concreta que eleva los puntos de referencia y ayuda a enfrentar momentos muy complejos y difíciles para mucha gente. La propuesta del amor como respuesta al terror, trascenderá en la medida que entendamos que, así como lo personal, el amor también es político. Esa fue la luz esperanzadora que arrojó la manifestación LGTBI durante la tarde de ayer mientras las mujeres en los Estados Unidos sufren un golpe tremendo con el mandato de criminalización y penalización del aborto; mientras aún se invaden y destruyen países matando todo y a todos con prácticas bélicas; mientras aún asesinan a mujeres y personas sexualmente diversas en todas partes del mundo; mientras aún existen instituciones que legitiman la subyugación y la destrucción del otro/a/e como única forma de garantizar la propia existencia. En otras palabras, en medio de tanto odio, aparecen luces esperanzadoras que confirman que vale la pena estar del lado del amor.
La manifestación colorida, diversa, valiente y rebelde de la comunidad LGTBI en Oslo, no quepa dudas, salvó vidas, vidas de niño, adolescentes y adultos que vieron ensombrecido su derecho a ser diversos, una vez que el terror derramó sangre y aniquiló vidas pocas horas antes de salir, quizás por primera vez, a mostrarse y celebrar la diversidad en las calles. La marcha por la diversidad, de luto, pero de gente convencida y convincente, se tomó orgullosamente las calles y envió una gran señal de amor, entre otras, bajo la consigna “La lucha continúa”.
Mi hombría es aceptarme diferente.
Ser cobarde es mucho más duro.
Yo no pongo la otra mejilla,
pongo el culo, compañero,
y ésa es mi venganza.
(Extracto de: Hablo por mi diferencia Manifiesto de Pedro Lemebel)
Escrito por Yanina López, 26 de junio de 2022