El Informe final de la Comisión de Verdad, una esperanza para el futuro de Colombia
“Dejamos para el pais el informe como un hito importante de la reflexión sobre el pasado que hace esa sociedad que mira al futuro con esperanza”: Comisión de la Verdad.
El informe final, titulado “Hay futuro si hay verdad” es resultado, de un esfuerzo colectivo, de la participación comunitaria y la colaboración de entidades nacionales e internacionales. Del trabajo de la Comisión de la Verdad, que tuvo a su cargo de recopilar, estudiar y analizar testimonios y documentos provenientes de distintas fuentes, por un periodo de tres años. Para terminar con ese material probatorio, reconstruyendo y esclareciendo la verdad histórica de uno de los conflictos más antiguos y sangrientos de Latín América. Cerrándose así, uno de los capítulos más violentos de la historia de Colombia.
El propósito principal del informe, dejar constancia del conflicto armado, dar a conocer la verdad de lo sucedido, hacerla pública, para que sea asumida por la conciencia nacional y de esa manera, que los hechos de violencia no se repitan nunca más. Propiciar la reconciliación y la convivencia pacífica; fomentar una cultura de respeto mutuo. Preservar la memoria de las víctimas y sentar las bases para un proceso de reconstrucción social. Así mismo, brindarle a Colombia la oportunidad de recuperar su dignidad y los valores que se requieren para la construcción de una auténtica democracia, que solo es posible, cuando se alcance una paz estable y duradera.
Conocer la verdad, es saber que en Colombia hubo un conflicto armado, que no respeto los derechos humanos, ni los principios del derecho internacional humanitario, que permitió que se cometieran una serie de atrocidades y actos de barbarie que lo degradaron. Es tener conciencia de su magnitud y como este, afecto a las y los colombianos por décadas y que, como consecuencia de ese conflicto, alrededor de 500 mil personas perdieron la vida, la mayoría población civil; 100 mil fueron desaparecidas; más de 7 millones fueron desplazadas (10% de su población) y 50 mil secuestras. Hechos atribuidos a los grupos paramilitares, a la insurgencia, agentes del Estado y otros actores. La pregunta que se hace desde la Comisión de la Verdad ante tanta violencia es: “Como nos atrevimos a dejar que pasara y como nos atrevemos a permitir que continue pasando”.
El informe de la verdad que se presentó al público en los pasados días, no puede ser ignorado, ni restársele la importancia que se merece, por las implicaciones para la reconciliación, la democracia y el futuro del país. Como se sabe, en ciertos sectores de la sociedad, se negó la existencia del conflicto por años, hubo una oposición a una salida pacífica del conflicto y una resistencia a reconocer los acuerdos de paz. Ahora pretenden hacer lo mismo con el informe de la verdad, despojarlo de toda credibilidad. Son los mismos sectores, que han excluido y marginalizado a la población más vulnerable del pais por años. Los que han impedido que se construya un proyecto de nación que pudiera aglutinar al conjunto de la población. Todo eso, ha sucedido en un Estado, que, al no tener la capacidad de mediar y resolver pacíficamente la conflictividad social, termino por propiciar una cultura política confrontativa y de intolerancia, la que ha dificultado o impedido todo proceso de cambio.
La publicación del informe de la verdad, es el primer paso que se da para reconocer a las víctimas y a sus familiares el derecho que tienen a que se conozca la verdad. Es a través de ella, como se dignifica la memoria de unos muertos a los que se les estigmatizo hasta negarles su condición de seres humanos y la vida. Es con esa verdad, como los familiares de las víctimas dan por terminado ese prolongado duelo, que busca cerrar ese ciclo de incertidumbre y de sufrimiento que tuvieron que soportar, al no poder saber que paso realmente con sus seres queridos. También esa verdad beneficia a los victimarios quienes pueden recuperar la dignidad que la perdieron con sus actos inmorales y criminales. Previo a confesar y aceptar la responsabilidad de los hechos cometidos, dar muestras de arrepentimiento y pedir perdón a las víctimas por el daño causado. Una verdad, que clama una justicia, pero no cualquiera justicia, sino una integral, reparativa y retributiva, por encima de la punitiva y sancionadora. La que permita recobrar la autoestima e iniciar el proceso de recuperación de la salud mental individual, colectiva, y alcanzar las condiciones necesarias para la reconciliación y la convivencia pacífica.
Ahora que el informe final de la verdad se ha dado a conocer, el gran reto, asumir la verdad, apropiarse de sus contenidos. Eso significa en lo individual y colectivo, un cambio de actitud y de comportamiento. En el que las libertades civiles y la dignidad del ser humano estén por encima de cualquier otro valor. Por ello es importante su amplia divulgación como se tiene previsto en el informe, acompañado de una metodología para su lectura y la reflexión individual y colectiva de sus contenidos.
Como todo informe de la verdad y del esclarecimiento histórico de un conflicto armado interno, está acompañado de unas conclusiones y unas recomendaciones. Algunas de ellas, hacen ver la necesidad de reformas estructurales del Estado, de sus instituciones y del sistema político. Otras, están referidas a los procesos de reconciliación y de no repetición, como lo propone el informe, en el que se hace un llamado a un “pacto nacional para la convivencia”, la urgencia de promover unos diálogos regionales, y locales “para rechazar definitivamente la violencia”. Recomendaciones en las que se plantea dar continuidad a los diálogos con los grupos alzados en armas existentes, buscando así, una salida pacífica a la confrontación armada interna. El cumplimiento de esas recomendaciones va a permitir acabar con la cultura de la guerra, enraizada en Colombia, para dar paso a una cultura de respeto mutuo y de observancia del Estado de Derecho.
Uno de los aspectos que marca la diferencia de este informe con respecto a otros, es el capítulo del exilio, en el que se recogen los testimonios de todas aquellas voces silenciadas y dispersas por el mundo. La del exiliado, el refugiado y de aquellos que se vieron obligados a salir por otras razones relacionadas con el conflicto. Testimonios que no solo hacen referencia a la violencia que vivieron en Colombia, sino a las dificultades que han tenido que afrontar cuando se vive en un pais que no es el de su cultura. De lo que significa renunciar y dejar atrás a los seres queridos, de la perdida de el sentido de pertenencia a una cultura y a un territorio. Sin olvidar, las generaciones que han nacido en terceros países. Esa es la otra verdad del conflicto, la del exilio, la del destierro, que fue posible reconstruir gracias al trabajo colectivo y voluntario de colombianos viviendo en distintos países y a la colaboración, solidaridad de los gobiernos que los acogieron en sus territorios.
Con la presentación del informe final de la verdad, ha llegado el tiempo de hablar, del acercamiento, de restaurar la confianza y el respeto, pero solo es posible con un dialogo civilizado. En el que todas y todos puedan participar en la construcción de un nuevo Colombia más justa, inclusiva y respetuosa de la dignidad humana. El camino para asegurar un futuro más prometedor.
Por último, es necesario tener presente, que Colombia ha elegido a un nuevo presidente, que ha expresado su voluntad y compromiso de dar cumplimiento a los acuerdos de paz, eso quiere decir, que asumirá con seriedad y responsabilidad que se cumplan las recomendaciones del informe. Además de ese gesto de buena voluntad, el nuevo mandatario, viene promoviendo la convocatoria de un “Acuerdo nacional”, de apertura a un dialogo con los diversos sectores políticos y sociales del pais, con el fin de detener la violencia y acabar con esa “lógica del miedo, del odio, estigmatización, venganza, señalamiento, resentimiento, rabia, deshumanización que caracteriza al conflicto” Para crear así, un ambiente de esperanza y de cambio, que solo es posible con el compromiso y la participación de todas y todos los colombianos.
Finalmente, merece un reconocimiento el trabajo realizado por la Comisión de la Verdad. “Ese es el grano de arena que la Comisión y todo su equipo de trabajo entregamos para que nuestros hijos, nietos y todas las futuras generaciones no repitan la historia de sangre y dolor que se nos ha encargado construir. Hay futuro porque ha llegado la hora de la verdad”.
Esperamos que la verdad sea reconocida y las lecciones de este informe sirvan para la reflexión, el entendimiento del diferente y para construir con compromiso y creatividad la paz. Si hay verdad, Justicia y paz, habrá futuro.
Escrito por: Pedro Pérez Parada
Pedro Pérez Parada, Abogado Colombiano (Universidad Externado de Colombia), con estudios de postgrado en Derechos Humanos (Universidad Complutense de Madrid, España) y Derecho Constitucional y Ciencia Política (Centro de Estudios Constitucionales, Madrid).
Con experiencia, en la verificación de los Derechos Humanos en postconflicto (Misión de Naciones Unidas en Guatemala) y como Observador de procesos electorales en países latinoamericanos con la Unión Europea.
Autor de varios artículos de opinión sobre la coyuntura política colombiana.
En la actualidad dedicado al estudio de los derechos humanos con un enfoque en la justicia social y el cambio climático en los países del sur Global.